Le dicen Bon bon bum. Ese es su nombre artístico, el que eligió él mismo para promover su marca y sus servicios como payasito, cuando se aleja de la cancha, se olvida de su oficio de pasapelotas y trabaja en lo que mejor le sale: hacer reir.
A Jesús Delgadillo, el hombre de 27 años que se declara fanático de Wilstermann, lo conocen todos. No existe manera de evitar verlo. Porque si su pasión por el Rojo es tan grande como su gusto por la risa y los niños, Bon bon Bum debía estar anoche en el clásico ante Aurora. Porque si su relato era veraz (contó, con entusiasmo, que estuvo en la selección cochabambina Sub 15 junto a Amílcar Sánchez y Cristhian Machado, entre otros), el payasito tenía una cita con el fútbol, en el regreso del Félix Capriles.
Y así fue. Cumplió, como de costumbre, con su tarea de pasapelotas. Es el rol que le corresponde con el club y se desempeña con voluntad. Sus movimientos “hablan” de su predisposición.
No pudo continuar con lo que podría haber sido un idilio romántico con la pelota debido a dos lesiones que le “cortaron las piernas”, tomando la frase del mítico y místico Diego Maradona. Sin embargo, su relación con la redonda le da batalla al tiempo y es una cachetada a las limitaciones.
Lejos de bajonearse por no haber “triunfado” en la Liga, como supuestamente lo hacen aquellos a los que les alcanza el balón, Jesús se regocija al costado. Vuelve suya la alegría.
Si, de pronto, algún futbolista le pregunta cuánto tiempo falta en pleno partido, él responde con gusto. Y con una sonrisa, claro está.
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