La sonrisa tímida de cuatro policías agrupados en el ingreso de la curva norte, el salto apasionado de aquellos hinchas aviadores que acusaron no tener “un peso” para pagar su ticket y se colaron al Félix Capriles en el tramo final del partido, alrededor de las 20:00, cuando los uniformados habían decidido ser “permisivos” e incluso invitaron a la gente a pasar, a la voz de: “Hay espacio amigo, entre nomás”.
Las vendedoras ambulantes de empanadas, con expresiones atónitas, no daban crédito a aquel resultado (6-2 de Wilstermann frente a Peñarol) que les redujo la venta del día, porque finalmente los cochabambinos estaban con el corazón en la boca y no había tiempo ni ganas de comer. Lo único que importaba era aquella goleada épica, inolvidable. El sabor que se quería disfrutar era el del triunfo y no el de un trivial bocado.
Marcador hermoso para el pueblo wilstermanista, relativo perjuicio para las comerciantes.
Desde el alcalde de Cercado, José María Leyes, hasta el técnico Mauricio el Loco Soria. Nadie quiso quedar fuera de la historia, de aquella que dio un giro ayer con la victoria de Wilster ante el Carbonero charrúa y que puso una pausa a la crítica de quienes defenestraron la figura del DT peruano Roberto Mosquera por los bajos resultados del Rojo en la Liga local.
La emoción tuvo su génesis en la cancha, se contagió a las tribunas, trascendió luego a las calles en forma de masas humanas y se brindó, generosa, a través de la radio y la TV para quienes siguieron el partido desde sus trabajos.
“¿Fue un sueño? ¡Creo que sí, nadie esperaba esto!”, se cuestionaba y exclamaba un joven, de unos 26 años, cuando eran las 20:12 y Rudy Cardozo ponía el 5-2 parcial, de penal.
Tres minutos después se “colaba” un oficinista, que con traje y maletín en mano y paso acelerado se unía al festejo colectivo para dejar atrás la rutina laboral. Eran las 20:15 y el sexto tanto, de Franco Olego, recibía al trabajador con gesto amable.
Aquella lluvia irregular que comenzó a caer a las 15:47, poco antes de la llegada de los hinchas uruguayos, fue un presagio del torrente de elementos que inundó Cochabamba. Los momentos previos al acontecimiento de ayer, alrededor del Capriles, no parecían advertir lo que vendría. Inicialmente, la confianza en el Aviador era escasa, casi como el número de simpatizantes del club que se reunieron desde temprano en las afueras.
A 15 bolivianos costaban los gorritos y al mismo precio, los asientos, de edición “limitada” con el escudo y los colores de la institución que invitó a soñar a lo grande.
El merchandising (productos) estuvo presente, como es habitual incluso en compromisos ligueros.
Wilster no falló y buena parte del pueblo valluno se rindió a sus pies.
Asientos especiales, a Bs 15
Unos atractivos asientos con relleno de esponja y forrados con tela roja fueron uno de los productos novedosos en el abanico de opciones que ofrecieron los comerciantes ambulantes, en las afueras del estadio Félix Capriles.
El precio único era de 15 bolivianos. Los asientos llevaban escudos grandes de Wilstermann en la parte delantera y las personas se acercaban para adquirirlos. La intención era estar en “sintonía” con el club.
Barra de Peñarol, con disturbios
La barra brava de Peñarol arribó al Capriles alrededor de las 16:15. Los integrantes, con grandes aspavientos, intentaron ingresar al escenario sudamericano por la parte de Preferencia. Sin embargo, los efectivos policiales detuvieron a los hinchas charrúas.
Tras ellos, la barra, compuesta por unas 60 personas, se dirigió hacia la zona de la general y tuvo que entrar al Capriles por dicho sector.
Grupos corean en las calles
No fue suficiente dejar los cánticos de apoyo desde las tribunas. Faltaba extender la alegría en las calles, con total libertad en la voz.
Así lo entendieron los simpatizantes de Wilstermann, que no tuvieron reparos en entonar canciones en las avenidas que rodean el Félix Capriles, luego del compromiso victorioso.
Muchos corrían para tomar micros y otros buscaban sus motos. La “avalancha” de gente era importante, pocos minutos después del encuentro en la Llajta.
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