“Mi ídolo es Thomaz Santos ¡Pucha, cómo gambetea! Me quisiera sacar una foto con él ¿Me promete que será portada?”.
Cuando la palabra se empeña, que la voluntad conspire para que ella no se empañe.
Y como el deseo del taxista Estanislao Ramos (un ferviente fanático del jugador brasileño-boliviano de Wilster) es fuerte, queda resumido en este espacio.
No fue una elección azarosa la que hizo aquel hincha, tras haber escuchado todo el partido de Wilster por radio. Tal vez, varios simpatizantes coincidieron en nombrar al “atleta de Dios” como el jugador del día, el guerrero de la batalla singular. De una que comenzó con mucho en contra del equipo (desaprobación anticipada) debido a la “imagen” en las recientes fechas ligueras, pero que terminó con una actuación heroica de un Thomaz inspirado, casi alado.
De ahí el cariño del público wilstermanista, de ahí los gritos descontrolados cuando puso el tercer gol ante Peñarol y también de ahí los elogios y aplausos cuando el brasileño-boliviano abandonó la cancha, tras ser sustituido por el argentino Franco Olego.
Sea efímero o no. Lo cierto es que hoy en día, la afición del Rojo quiere a Thomaz.
De actitud humilde fuera del campo de juego, voz pausada y cristiano de religión, el futbolista, de 30 años, pasa su mejor momento en el club del valle.
Se ha nacionalizado. Proyecta ser parte de la Selección de Bolivia y, sin dudas, su actuación en el primer capítulo de la Copa Libertadores de América ha dejado una buena imagen ante los ojos del mundo.
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