La expectativa antes del duelo entre Wilstermann y River Plate era enorme en las calles céntricas de la ciudad. Familias enteras, parejas y grupos de amigos se concentraron en la plaza de las Banderas, en el puente de Cala Cala y en el frontis de Comteco, para ver el partido en las pantallas habilitadas.
El sinfín de fanáticos aviadores creía “ciegamente” en una clasificación a las semifinales del torneo. Sin embargo, a medida en que transcurría el partido, las caras de emoción pasaron a preocupación para terminar en llanto.
Las más de 4 mil almas dispersadas en las diferentes calles, restaurantes y bares de la ciudad no pudieron contener la rabia por el abultado resultado.
Ya cuando la portería de Raúl Olivares fue vencida por quinta vez, la fanaticada, lentamente, abandonó el sector de El Prado desconsolada y con tristeza en el rostro.
Muchos con dirección a sus hogares, mientras que otros buscaron la manera de “olvidar” la derrota.
La barra de los Gurkas fue la que “no abandonó” a su equipo y, con mucha más fuerza, continuó con los cánticos de apoyo tras la culminación del cotejo.
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